Un vecino de ventana y cachondeo
me contaba que ayer era las tantas
cuando la sed le pidió un par de fantas
y, de paso, me contó lo del rodeo.
Que una mujer extraña y embozada
al cruzarse con él, de espanto fijo,
sacóse del bolso un crucifijo
y plantóle en su cara horrorizada.
¡Que no es pamplina, bobada o desvarío!.
Justo ayer, a tres palmos, un fulano
puso al acercarme cara de espantajo.
Por puente pasaba y me dije: "¡voy pal río!".
Más no, que alargando una cinta con la mano
me gritó: "¡a un metro de mí, carajo"!.