Agobiantes mosqueteros, tentáculos
de memoria que en el abismo del cielo
envuelven de caramelo
la flor de los espectáculos.
Una función, un cansancio, nervios,
mil curvas y un sueño de itinerarios;
trajín de mapa, de pueblos y campanarios.
Y al final quizá una virtud, o vicios.
Una vianda de amistad
y una brizna de tristeza:
acabada la función te da vueltas la cabeza
y te quedas como hundido ahíto de soledad.
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