lunes, 16 de octubre de 2017

La comedia y el drama de Casona llenaron el Casino
(15 octubre 2017. 19h. Aforo completo. Casino de Salamanca (Palacio de Figueroa) Ateneo Teatro Salamanca. Obra: “Prohibido suicidarse en primavera”, de Alejandro Casona. Actores: Luis Gutiérrez, Paquita Lahoz, Marisa Tapia, Manuel Andrés, Ángeles Erburu, Paz Lleras, Ángel Gallego y Toño Blázquez. Asesor técnico: Eduardo Gutiérrez. Dirección: Maribel Iglesias.)
(Gervasio Tirofijo)

Aterrizó por fin la compañía Ateneo Teatro Salamanca en la capital tras recorrer buena parte de la provincia (esta era su octava representación) con su nueva propuesta escénica. Y a tenor de los resultados, la propuesta ha sido certeramente elegida porque los públicos que han tenido ocasión de verla, primero, han llegado con interés por la trama presentada hasta el final, a pesar de las casi dos horas de duración. Es decir que la obra no cae en la terrible sentencia de Peter Brook cuando señala: “tan pronto como surge el aburrimiento, ha de ser como el parpadeo de una luz roja. El aburrimiento del que hablo es la sensación de no seguir atrapado por la acción desarrollada ante nuestros ojos”.
Pues bien, ese abismo al que se asoman los actores desde un escenario, queda de alguna manera salvado si observamos objetivamente la reacción del público. En el Palacio de Figueroa (Casino), preciosa construcción, no hay, sin embargo, una óptima acústica para
representaciones teatrales. Sus altos techos hacen que las voces se difuminen en el ambiente y a determinados sectores del auditorio no les llegue bien la voz de los actores o lo haga de forma poco audible, tímida. Es un inconveniente que los propios intérpretes deben solventar focalizando más la proyección de su voz hacía adelante e intentando no dejar caer el ritmo del fraseo al final, cosa muy habitual. Es un aspecto de técnica teatral vocal que no siempre se consigue solventar. Por esta cuestión, peculiar en este tipo de salas, nada más comenzar la función en el Casino, hubo tímidas protestas de que no se oía bien. Fueron los dos primeros minutos. Los actores enseguida se percataron del problema e hicieron todo lo posible porque su voz llegara al público.
 Un público muy receptivo que llenó a rebosar el precioso auditorio central del Casino, con muchas sillas supletorias (y aún así un nutrido grupo de personas no puedo entrar por estar ya completamente abarrotado). Un punto positivo para El Casino porque han dado en el clavo programando teatro. Y otro para esta compañía salmantina de teatro aficionado que ya el año pasado llenara este espléndido marco, lo que viene a explicar, añadiendo el éxito que están teniendo en toda la provincia, una cosa: están haciendo bien las cosas. Una correcta dirección y un buen nivel actoral en conjunto.
 Solvente actor Manuel Andrés, esta vez en un personaje (Doctor Roda) de contenido gesto y  sereno academicismo. Ángeles Erburu, sujeta a un personaje, Germana, trufado de tipismo, que en nuestro cine y teatro han bordado en comedia Florinda Chico, Rafaela Aparicio o Gracita Morales. Parece agrio el personaje pero Erburu consigue hacer resaltar los picos graciosos que tiene. Paquita Lahoz es una veterana actriz que comenzó a hacer teatro en la posguerra, en Francia, teatro en francés y en español. Una mujer que ama el teatro de verdad y que hoy, en escena y en esta obra encarna un personaje cortado a su medida, pareciera que Casona estaba pensando en ella cuando lo escribió. En la Dama Triste asume trabajar dos niveles emocionales antagónicos: el nostálgico recuerdo de una vida sin sustancia y una expansiva y renovada vitalidad. Y lo hace con repajolera gracia y oficio.
 Toño Blázquez encarna un personaje, El Amante imaginario, que representa la ensoñación, la creación en la mente de un amor irreal que busca desesperadamente un reflejo en la realidad para construir una espléndida historia de amor sin peana. En definitiva, una huida hacía la necesidad de cobijo amoroso. El actor navega también en la duplicidad del drama interior, narrado con nervio en un monólogo muy creíble y la bobalicona ingenuidad que contagia la risa en dos escenas de dúctil comicidad con Cora Yako, papel que interpreta con espabilada soltura y desparpajo Marisa Tapia, una actriz con tablas y llamada especialmente a personajes airosos y genuinos. En esta cantante de ópera, diva y amorosamente desmesurada, lo clava.
 La deriva dramática de “Prohibido suicidarse en primavera” recae sobre los hombros de Ángel Gallego en el papel de Juan. Un guiño desgarrador y tremendo se desata finalmente en su texto, tras años incubando complejos y un pasional amor no correspondido. Y Gallego, en el Casino, estuvo espléndido de dicción y medida del personaje Es, probablemente el personaje más antipático, por su dureza expresiva, pero en él recae, ya digo parte del drama. Y el actor lo dibuja con convicción.
 Otra ambivalencia emocional la conforman Fernando (Luis Gutiérrez) y Chole (Paz Lleras). Pareja de periodistas y novios en la obra, ambos llegan por casualidad  a este curioso  “centro”. Y su papel se bifurca, de nuevo, en una felicidad exhibicionista y tontorrona para terminar en un patetismo emocional con disyuntiva del trio amoroso.

 Paz Lleras contorsiona su personaje, le insufla una coherente potencia gestual y construye con él dos cavidades estancas perfectas, la periodista superalegre, enamorada y cursi y –por otra parte- la mujer desesperada, imbuida en una decisión sentimental terrible cuya única salida parece ser el suicidio. Gutiérrez regala expresividad y verosimilitud. Las últimas escenas protagonizadas por ambos actores en buena química ofrecen al público una calidad interpretativa notable y tensionan un drama que aboca, finalmente, a un desenlace donde el enaltecimiento de la ilusión por vivir contrasta metafóricamente con el título de la obra. 

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