martes, 9 de julio de 2019

La casa


Tenía fiebres y apagavelitas de cumpleaños la  casa.
Tenía edificios adolescentes y sueños quebrados
Y tenía aspavientos y bofetones.
Y tenía luz grande y sonora…como de fandango.
Podía ser brujera y tenebrosa la casa
y quiso ser linda, acogedora y amorosa.
Tuvo cerrojos varios y tropelías
y sudor a manta y un montoncito de abrazos insinuados.
Acomodo en la fresa de los días, turba de gritos
y una forma mullida de hogar vista desde ahora
en la sequedad fría de una mesa larga de notaría.
La casa fue soniquete de cante grande y villancico,
fue un estate quieto y un soplamocos a tiempo,
fue el valor del trabajo en el ejemplo
y los vaivenes penosos en los últimos recodos del camino.
Hace tiempo que no tiene mi aire mi casa y mi almohada.
Ya es otro tiempo. Ya tengo otra casa.
Pero aquella casa será la que me lleve para siempre
en la mochila eterna de la nostalgia.
La casa, sólo ella. No hay más.


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